22/03/2018 | 13:23 EXPANSION
La bronca entre primos que se desató en la notaría donde se firmaba la venta del 50,75% de Freixenet ha sido el culmen de una guerra familiar que ha desembocado en la compra del líder mundial del cava por parte de la alemana Henkell, la división vinícola de Dr. Oetker que posee en España Cavas Hill.
"Menos mal que las matriarcas no han vivido la terrible batalla que han mantenido los 12 primos en los últimos años". El antiguo asesor de Freixenet se refiere a las hermanas Lola, Carmen y Pilar, que mantuvieron a la familia unida hasta su muerte. Ellas fueron el principal sostén de su madre Dolores Sala Vivé -fundadora de las bodegas- cuando se quedó viuda con 48 años, ya que su marido Pedro Ferrer Bosch y su hijo primogénito Juan fueron fusilados por el bando republicano en la Guerra Civil. Las bodegas Freixenet fueron nacionalizadas durante la contienda.
Dolores Sala y sus tres hijas fueron capaces de volver a levantar la empresa hasta que José Ferrer, el hijo pequeño, regresa de su formación en Reino Unido y se incorpora a la bodega. En 1959 asume la dirección general del grupo y lo convierte en lo que es hoy. Dolores Sala falleció en 1978 a los 90 años de edad y legó el 35% del grupo a José Ferrer, por ser el primogénito, y el 65% restante lo repartió entre sus tres hijas, con un 21,6% cada una. Hasta 2013, la empresa se mantuvo férreamente en el núcleo familiar gracias en parte a la legendaria longevidad de la familia. Las tres mujeres murieron con más de 90 años y su hermano José cumplirá 93 años el próximo mes de octubre.
Se rompe el equilibrio accionarial
La muerte en 2013 de la tía Lola -toda una institución en Freixenet y muy querida por los trabajadores- rompió los equilibrios accionariales, y emocionales, dentro de la familia. La tía Lola siempre fue una aliada fiel de su hermano José Ferrer, lo que permitía a éste controlar cómodamente la empresa, ya que contaba con su 35% del capital y con el apoyo incondicional del 21,6% de Lola.
José Ferrer ha sido el auténtico alma mater del grupo y el artífice del crecimiento e internacionalización de Freixenet, gracias a su visión para lanzar productos con tanto éxito como Carta Nevada y Cordón Bleu . Él fue también responsable de las famosas campañas publicitarias protagonizadas por estrellas como Liza Minnelli, Paul Newman, Anthony Quinn o Montserrat Caballé.
Pero volvamos a la historia familiar. La tía Lola era soltera y murió sin hijos ni descendientes, por lo que su 21,6% se distribuyó entre sus tres hermanos. Tras el reparto, José Ferrer y sus hijos pasaron a controlar un 42%, mientras que la rama familiar de José Luis Bonet se hizo con el 29%, lo mismo que la rama de Enrique Hevia. A partir de ese momento, José Ferrer -que gestionaba el grupo con mano de hierro- deja de tener un apoyo mayoritario y comienzan las disensiones.
Las ventas de Freixenet se estancan en torno a los 500 millones de euros y los beneficios bajan a 5 millones, una rentabilidad mínima.
El grupo familiar encabezado por Enrique Hevia pide cambios en la compañía, entre ellos profesionalizar la gestión y alejar a la familia de las primeras líneas de los puestos directivos. Hevia llega a solicitar formalmente en una reunión del consejo de administración que se busque un director general ajeno a la familia, a lo que José Ferrer se opone de forma radical.
La llegada de la tercera generación a los puestos directivos de Freixenet provoca un cierto cataclismo y se intenta solucionar de una manera salomónica que no convence a buena parte de la familia. José Ferrer crea un Comité de Experiencia para supervisar el grupo, que forman él mismo y sus hermanas Pilar y Carmen. Al mismo tiempo nombra a José Luis Bonet como presidente y a su hijo Pedro Ferrer como consejero delegado, un cargo que no existía en la empresa. Enrique Hevia es designado vicepresidente y director financiero.
Pero éste no se conforma y se muestra dispuesto a vender su 29% en el grupo. El miércoles 6 de abril de 2016 se iba a celebrar una reunión del consejo que se preveía caliente porque ya la batalla iba a librarse a campo abierto. Pero se tuvo que suspender por la muerte de Carmen Ferrer, matriarca de la rama familiar de los Hevia. Tres meses antes había fallecido su hermana Pilar, cabeza visible de los Bonet. Sin las matriarcas ya no había ninguna razón para disimular los desacuerdos y los primos empiezan a sacar la artillería pesada.
Llega la oferta de Henkell
Enrique Hevia comunica oficialmente que tiene una oferta de compra en firme de la alemana Henkell, que está condicionada a conseguir, al menos, el 50% de las acciones. Para ello, los Bonet , o parte de ellos, tendrían que sumarse a la operación, ya que la familia Ferrer rechaza la propuesta del grupo germano.
En medio de estas turbulencias familiares, Freixenet empieza a sufrir la competencia de marcas de cava más baratos, la gran distribución presiona los márgenes y el prosecco italiano irrumpe en los mercados europeos, donde el cava prácticamente no tenía competidores. El líder mundial se vio obligado a suspender el reparto de dividendos, lo que dio gasolina a los críticos con la gestión.
En aquel momento, 2016, Henkell valoró Freixenet en 500 millones de euros, y mostraron su disposición a vender los cuatro miembros de la familia Hevia, con el 29%, y dos miembros de la rama de los Bonet, Pedro y Eudald, con su 7,25% cada uno. Eso hacía un total del 43,50%, un porcentaje insuficiente, ya que Henkell quería más del 50% y no estaba dispuesto a tomar una participación minoritaria.
Oferta frustrada de José Ferrer
Como las tres ramas familiares de Freixenet tenían un derecho de tanteo, el presidente de honor José Ferrer presentó una oferta en firme, aunque finalmente tuvo que retirarla al no conseguir la financiación necesaria. Los bancos le pusieron unas condiciones financieras tan duras que casi le suponían perder el control del grupo. Hay que tener en cuenta que el desafío independentista catalán estaba provocando una gran incertidumbre entre los inversores.
Éste ha sido un factor fundamental para que el precio final de la transacción haya bajado de los 500 millones inicialmente previstos a 440 millones. La operación se ha podido materializar finalmente gracias al cambio de posición de Pilar Bonet, hermana de José Luis Bonet, presidente de Freixenet y de la Cámara de Comercio. A Pilar Bonet la lograron convencer sus otros hermanos, Pedro y Eudald, que ya habían dado el sí a Henkell.
En todo el proceso, José Luis Bonet ha demostrado su fidelidad a su mentor José Ferrer, y de hecho será el único de su familia que conservará las acciones. Aparte de los siete vendedores, los accionistas tradicionales que permanecerán en el capital -Bonet con su 7,25% y la familia Ferrer con el 42%- han firmado también acuerdos bilaterales con el nuevo propietario mayoritario para pactar la gobernanza del grupo y cláusulas de salida a medio plazo.
El consejo de Freixenet experimentará cambios con la incorporación de tres representantes de Henkell, que asumirán también la gestión financiera, la producción y la distribución comercial. Uno de estos consejeros será afín a Demetrio Carceller, que cuenta con la confianza del grupo alemán, que desde hace años posee el 22% de Damm. Las familias contarán en el consejo con dos representantes -Pedro y José María Ferrer-, mientras que José Luis Bonet asumirá el cargo de presidente de honor.
El caso de Freixenet refleja la historia de miles de empresas familiares que logran triunfar en el mundo, pero que son incapaces de profesionalizar su gestión y de afrontar la sucesión. El 80% de las empresas familiares españolas no pasan de la tercera generación. Freixenet, desgraciadamente, tampoco.
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