divendres, 20 de febrer del 2015

L'APARADOR MUSICAL A LA NOSTRA ESCOLA

  1.                              

 

Durant la tarda del 19 de Febrer, el nostre grup format per David, Dani, Edu, Alfonso i David hem estat muntant l’aparador que podeu observar en les fotografies.
Com a grup estem molt contents del èxit que ha tingut el nostre aparador al haver reunit a tota la classe per la seva visualització, fet que no s’havia donat fins ara i a que, durant el muntatge, ha despertat la curiositat i les ganes de veure’l acabat de totes les classes que hi havia al voltant i de tots els ulls que estaven pendents de nosaltres. De igual manera, no ens oblidem dels nostres professors Manel i Joan que ens han patit literalment durant el muntatge. En aquesta ocasió els seus alumnes estaven més pendents de nosaltres que de la classe!
El nostre aparador ha estat enfocat a una temàtica de rock. Buscàvem aconseguir muntar-ho de forma que semblés un escenari i que qualsevol que ho visualitzés pensés en el que hem tractat de projectar.
Durant el procés de muntatge, les coses han estat bastant senzilles: tots ens hem dedicat a treballar en equip, organitzant la feina, i en pensar diferents ubicacions i les eines i mobles que havíem d’utilitzar. Gràcies a les eines d’altres classes hem pogut muntar un aparador bastant complet.
En quant a tècniques de animació hem utilitzat dos clarament: hem jugat amb les llums dels focus per donar uns colors més vius a les bateries i a les guitarres, jugant amb la profunditat i amb les ombres i, per altre banda, hem disposat també d’una tècnica que no podia faltar: la sonora. Hem pogut contar amb dos actuacions en directe de guitarra i de bateria pel gaudiment dels espectadors presents.

I es que de tota aquesta feina ens portem una cosa ben clara: un aparador pots fer-lo de forma molt sofisticada, pots muntar moltes coses, el pots fer senzill, amb poca decoració o, inclús, no posar res com estan fent moltes botigues de roba durant les rebaixes però el que s’ha d’aconseguir és que cridi la atenció, i generi expectació. Recordem que l’aparador és un dels elements més importants de les botigues, ja que un mal aparador provoca la no entrada d’un possible client. En el nostre cas, creiem que ho hem aconseguit.


David Benet
David Martínez
Daniel Morell
Eduard Verard
Alfons Rodríguez

















diumenge, 8 de febrer del 2015

La identidad corporativa

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La corporación es una institución importante pero ficticia —y el impacto de su invención en nuestra relación con el mundo la equipara a la invención de un Dios abstracto.
                        Douglas Rushkoff, Life Inc
Podríamos pensar que es eterno -que un día pueda tener un final (apocalíptico, o por lo menos con fuegos artificiales), pero que no tuvo comienzo definido, que estaba de alguna manera implícito desde el origen en el orden de todas las cosas. Pero el individuo nació a mediados del Renacimiento, como una construcción social producto de la cruza entre los ideales humanistas griegos (donde existió algo así como un proto-individuo, o un individuo que adivinó al actual y se anticipó a él) y los incipientes principios del capitalismo. En el teatro cambiante del yo, la estructura que calificamos actualmente como individuo y en la que nos reconocemos, nació luego de las primeras expediciones a Asia y América, es posterior a la peste y es contemporáneo al pensamiento de Pico della Mirandola, Giordano Bruno y poetas ingleses como Shakespeare y Marlowe (el individuo es europeo y fue exportado al resto del mundo).
Sería sencillo entonces postular que somos una perversión del capitalismo, una consecuencia directa de la transformación de la aristocracia medieval y su afán de mantenerse en el poder (y de tener más poder), una élite que cambia de nombre pero siempre querrá obtener un margen de ganancias lo más cercano posible al infinito e inventó la idea de “responsabilidad social” para no tener que ejercerla. Al hacerlo, la Edad Media se convierte en un entramado edénico, en el que no había vacío donde habría individualidad porque éramos parte de una comunidad. La comunidad era el hogar, no el pequeño espacio asimétrico en el que dormimos. Al ser la comunidad local una parte vital del organismo humano, este era un ser más integrado y solidario, conectado con el otro.
Uno de los problemas más groseros de esta postura maniquea que contrasta blanco sobre negro es que mantiene de manera lateral el mito de la Caída: el Renacimiento se vuelve otro punto de inflexión en la Sistemática Caída del Hombre, que primero (fuera del tiempo) se desconectó de la Naturaleza y alrededor del siglo XV se desconectó de su Comunidad (una comunidad arquetípica, de carácter mitológico); por acción directa de los nuevos ideales burgueses ahora, por acción directa del mismísimo Diablo en el pasado. Esta idea es igual de peligrosa que su contracara, el Progreso: entonces, es posible encontrar huellas en el camino. Distintos pares de huellas, de varios hombres; calzados diferentes, unas más grandes que otras: y sus direcciones pueden parecer aleatorias, pero gracias a ellas podemos también encontrar (o inventar) un sentido que se posicione a medio camino e integre las principales disparidades.
La idea de la Edad de Oro queda descartada por su naturaleza perniciosa y absolutamente falsa; es imposible hacer lo mismo con la noción de una influencia nefasta por parte de grupos de poder, pues aunque perniciosa no es falsa. Pero también, posiblemente, los enormes cambios técnico-religiosos que se produjeron (junto al Nuevo Modelo Consensual, patrocinado por la burguesía) hicieron que las comunidades dejaran de brindar todas las respuestas a un hombre cambiante y por lo tanto se alejaron cada vez más hacia la periferia de lo que sería finalmente elindividuo. Los cambios en materia religiosa, la influencia de la ciencia árabe, el redescubrimiento del neoplatonismo, un nuevo continente. Aun dejando de lado los cambios en materia monetaria no cuesta mucho esfuerzo imaginar el surgimiento de una configuración compleja como el individuo en ese contexto.uf
Es también en ese contexto que aparece un invitado inesperado: la corporación. El 31 de diciembre del año 1600 la reina Elizabeth otorgó el permiso real para la creación de la primera corporación moderna: la East India Company, un monopolio salvaje que llegaría a dominar gran parte de la India con sus ejércitos privados. La EIC fue una conclusión directa del por aquel entonces reciente expansionismo inglés sintetizado por el matemático, astrólogo, espía y asesor de la reina, el mago John Dee, quien inventó el concepto de un “Imperio Británico”. Sólo 2 años después Holanda tomó la posta al crear la Dutch East India Company (Vereenigde Oostindische Compagnie); a pesar de su nombre poco original, se convertiría en la empresa más grande de su tiempo, más grande incluso que su antecesora inglesa. La VOC fue la primera empresa en emitir acciones públicas y tenía la capacidad de declarar la guerra a una Nación, detener y ejecutar a convictos, negociar tratados, emitir moneda y establecer colonias.
La etimología de la corporación es todavía más interesante que su historia: nace a mediados del siglo XVI con el significado de “personas unidas en un cuerpo con un propósito” y ya en la segunda década del siglo XVII representa a una “entidad legalmente autorizada”. Es latín, por supuesto y deriva de incorporatus, un término utilizado por los alquimistas para describir el proceso por el cual el espíritu de una sustancia entraba en otra, como por ejemplo de “incorporar el espíritu del vitriol en el sulfuro”; luego pasó a representar directamente la manifestación de un espíritu o demonio en un cuerpo físico. La corporación es, también, un espíritu; una entidad ficticia, producto de la imaginación: es un fantasma jurídico, una ficción avalada por el sistema cultural. Como un Dios, esa otra gran fantasía; una deidad cuya existencia fuese comprobada por un acta constitutiva.
Del mismo modo que en otra época a nadie se le habría ocurrido negar la existencia de ungenius loci, nadie niega en la actualidad la existencia de Coca-Cola o Apple, a pesar de que ninguna de ellas exista de un modo tradicional (no tienen un cuerpo físico, no son reales). Puede haber haters, pero no hay ateos que nieguen a Apple -hay switchers (¿apóstatas?), pero nadie podría afirmar su inexistencia. Y si bien el pensamiento de que alguien está vivo de algún modo por el hecho de que pensamos en él nos parece poco más que la manera ingenua y burda en que Hollywood lidia con la muerte de los seres queridos, exactamente eso es lo que ocurre con las corporaciones. Existen porque pensamos en ellas y nos comunicamos con ellas. No mediante mediums, sino mediante símbolos e historias.
Una vez cada tanto el mago renacentista necesitaba ayuda; ante la ausencia de medios de comunicación como internet o el telégrafo, esta necesidad se veía truncada. Podía escribir una carta a algún conocido, o esperar a la próxima reunión de alguna sociedad hermética oculta, pero si necesitaba ayuda en el momento, no le quedaba otra opción que invocar un demonio o crear un servitor. O quizás deseara que le llevaran las bolsas cuando volvía del supermercado (de haber habido supermercados). El servitor es un ayudante invisible, un espíritu creado por el mago para que lo asista; similar al tulpa tibetano, es creado con el pensamiento; es pensamiento. El modo de creación más conocido es sencillo, por lo menos en la teoría y es el mismo que se usa para invocar demonios: hay que dibujar un sigil (un símbolo que comprime una intención determinada, sin pérdida de datos si se es un mago poderoso) en base al nombre de la entidad.
Los grimorios medievales son grandes recetarios de sigiles con los que contactar a demonios de todo tipo; si bien podemos crear un sigil con una intención particular (que llevará a cabo el servitor), podemos también utilizar un símbolo conocido; un servitor es un demonio personal, creado por un motivo concreto. Mientras más nos concentremos, mientras más “fuerza” demos a la entidad, esta se volverá más real, como Frankenstein o el Golem. El sigil, la representación semiótica de la entidad demoníaca, es la clave tanto para su creación como para el posterior contacto. Y así como una corporación tiene rasgos compartidos con los demonios de la goecia, también nos comunicamos con ella mediante un sigil: el logo.
El programador y ocultista Paco Nathan Xanders, en Corporate Metabolism, explica el surgimiento de la corporación en el Renacimiento inglés del siguiente modo:
el proceso legal moderno por el cual se crea una corporación se refiere literalmente a la creación de una ‘persona legal’, una ficción que sirve como proxy para sus dueños. Esta forma es creada como un servitor, aplicando la fórmula solve et coagula, dando forma material a una esencia. El sigil se corresponde al logo y la marca, el acta constitutiva a la esencia demoníaca.
Podemos pensar a la corporación como un servitor, un demonio creado con la única finalidad de generar ganancias a sus dueños sin que estos deban hacer nada (bastante parecido al miningde Bitcoin allá por el 2009). Como Denholm Reynholm, fundador de Reynholm Industries en la serie IT Crowd, que cuando comenzó “sólo tenía un sueño… y 6 millones de libras esterlinas”, para crear una multinacional sólo se requiere una intención clara, concentración y los recursos económicos necesarios. Y tendremos que contratar una consultora que diseñe el logotipo. El escritor Grant Morrison establece, en su artículo “Pop Magic!”, las relaciones y similitudes entre los sigiles mágicos y los logos de las empresas:
El logo o marca, como cualquier sigil, es una condensación, una invocación comprimida, simbólica del mundo del deseo el cual la corporación intenta representar. El logo es el único signo visible de la inteligencia corporativa detrás de él. Walt Disney murió hace tiempo pero su sigil, esa firma familiar, cartoonizada, persiste, arrastrando su vasta carga de contenidos, asociaciones, nostalgia y significado. La gente nace y crece para convertirse en ejecutivos Disney, utilizando la jerga y el credo de una entidad viviente corporativa. Walt Disney, el hombre, está muerto hace tiempo y congelado (o eso dicen las leyendas urbanas) pero Disney, la inmensa, invisible corporativa manifestación (egregor) persiste.
Un egregor es en el Ocultismo una forma de pensamiento colectiva y autónoma, una creación social con vida psíquica propia. Es el producto matemático de sumar dos mentes: una Tercera Mente, más grande; una exteriorización de la sinergia, un servitor colectivo que se autoperpetúa. Una vez que un grupo determinado de personas se une, de manera consciente y con un propósito común y crea el egregor, este cobra vida propia. Un Zeitgeist atemporal, en cierto grado consciente. En Metamatical Graffity, Wes Unruh plantea la existencia de tres tipos generales de egrégores: institucional, religioso y corporativo (aunque el institucional podría ser considerado como una variación geográfica del corporativo). Del mismo modo que alrededor de una religión se forma un egregor condensado en su deidad o conjunto de deidades, ese mismo conjunto cognitivo se manifiesta en la esencia corporativa.
Es importante recordar ahora la pansofía multidisciplinaria renacentista (suscrita a la teoría del microcosmos/macrocosmos) y el rol central que ocupaba en ella la magia. De nuevo Xanders:
Los pensadores del Renacimiento no distinguían entre religión, alquimia, ciencia, política, etc., ya que todas eran componentes de la Filosofía Natural. No suena rara entonces una aplicación de la alquimia para crear una estructura socio-política que perpetuara un conjunto determinado de creencias.
Algo similar plantea el historiador Ioan Couliano, discípulo de Mircea Eliade, en Eros and Magic in the Renaissance. Couliano, al señalar con su dedo al mago, ve al antecesor del sociólogo, el experto en marketing y el representante de relaciones públicas: al hacker de la ingeniería social, quien busca y reconoce patrones de comportamiento y los utiliza para crear vínculos y generar influencia.
Hoy en día el mago ocupa su tiempo en relaciones públicas, propaganda, investigación de mercado, estudios sociológicos, publicidad, información, desinformación, censura, espionaje y criptografía -una ciencia que en el siglo XVI era una rama de la magia.
El mago era un comodín, alguien que bajo el régimen de experimentación más riguroso de la época buscaba patrones: en los cielos, en su interior y en la naturaleza, a partir de lo cual desarrollaba teorías multimediales y amplias: casi siempre descabelladas (pero no por eso falsas), siempre y cuando no fuera torturado o asesinado por la vieja inquisición de la Iglesia o silenciado y humillado por la nueva inquisición de la Ciencia. Era psicólogo antes de que existiera la psicología, sociólogo antes de la sociología; espía y criptógrafo siglos antes del MI6 y la NSA (para el hechicero, como para Arthur Clarke, a veces no hay límites claros entre magia y tecnología: por eso, la criptografía era tanto un método de codificación como un modo de comunicación angélica).
Sea de manera consciente o no, las corporaciones –surgidas de los cambios sociales ocurridos en la última parte de la Edad Media y en el seno del redespertar hermético-alquímico del Renacimiento–, terminan siendo las deidades del hombre moderno, el gran egregor de su tiempo; ningún movimiento político, religioso o artístico, ninguna estructura jerárquica o rizomática sintetizan mejor sus nuevas ambiciones y aspiraciones, su determinación, la búsqueda de independencia, libertad y control, así como el lado oscuro de estos ideales, su contracara, última parada en la explotación y la alienación. El individuo moderno y su Dios, la corporación, nacieron juntos. Podríamos discutir qué vino primero, pero sólo si vamos a inventar algunas bromas en el proceso; una vez creados, formaron un ciclo de retroalimentación de tal magnitud que se dificulta ver más allá. Basta decir que el hombre (moderno) y su Dios (moderno), la corporación, son hermanos.
Artículo original:

diumenge, 1 de febrer del 2015

LIDL VA MAS ALLA DE LA ALIMENTACIÓN


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La cadena cuenta con 1.600 referencias

Lidl: más allá de la crema, estos son sus productos estrella

  • Tras el éxito de la crema antiarrugas Cien Q10, estos son los productos más vendidos en la cadena de distribución, que ha inaugurado una planta logística.
CincoDias



Bote de Cien Q10, la crema que ha vendido cientos de miles de unidades.

Una crema antiarrugas, Cien Q10, batió todos los records de ventas de Lidl. El producto había recibido la mejor nota de un estudio de la OCU, lo que supuso que sus ventas se disparasen y agotase su stock en varias ocasiones. La última reposición fue de un millón de unidades.
Pero no son estos los únicos productos estrella con los que cuenta Lidl. Los más vendidos de la cadena en España son todo marcas propias, que tocan desde el el chocolate al lavavajillas son:
  • Cerveza ARGUS
  • Helado de vainilla, chocolate y almendra GELATELLI
  • Pañales TOUJOURS
  • Lavavajillas ultraconcentrado y pastillas para lavavajillas de nuestra marca W5
  • Foie gras SUCCÈS GOURMAND
  • Yogur con azúcar de caña MILBONA
  • Yogur Bifidus MILBONA
  • Crema de avellanas CHOCONUSSA
Lidl ha sido tradicionalmente conocida por la venta de marcas propias, frente a las de los grandes fabricantes. Sin embargo, en el último año han emprendido una política de corrección, dejando paso a las marcas de gran consumo. “Tenemos que encontrar un buen mix entre producto propio y ajeno”, explica Javier Suárez, director de expansión e inmuebles de Lidl España.
La cadena cuenta con más de 1.600 referencias, la mayoría propias. Algunos de los productos de las marcas blancas de Lidl han sido reconocidos por su calidad, como son los casos de la crema antiarrugas Cien Q10, que el año pasado se convirtió en un fenómeno vendiendo cientos de miles de unidades, o el salmón. Ambos fueron reconocidos por la OCU frente a sus competidores. “Productos de calidad como la crema los tenemos en todos los segmentos”, defiende Suárez.

Ha invertido 1.000 millones en España desde 2008 y durante este año abrirá 40 nuevas tiendas y acaba de inaugurar el mayor centro logístico en Alcalá de Henarés con una  inversión de 70 millones de euros.



JUANOLA, LAS PASTILLAS DE REGALIZ DE TODA LA VIDA



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La marca vende cuatro millones de unidades anuales

Juanola, las pastillas de regaliz con una larga vida

  • Un farmacéutico del barcelonés barrio de Gracia creó estas grageas en 1906
  • Su vocación y su lema: ' curan la tos, aclaran la voz y refrescan la boca'

CincoDias

Cartel publicitario anunciando las virtudes de las pastillas de regaliz.


 Una cajita roja de plástico, que no siempre fue de este color ni de este material; un componente básico, el regaliz; una forma que no ha variado a lo largo de sus 108 años de existencia, un rombo irregular; una vocación y un lema, curan la tos, aclaran la voz y refrescan la boca. Cuatro lados de igual longitud que definen un cuadrilátero paralelogramo, una pastilla. Cuatro lados que podrían resumir una historia, la de las familiares grageas Juanola, de las que se venden anualmente cuatro millones de unidades.



Barrio de Gracia (Barcelona). 1906. El farmacéutico Manuel Juanola Reixach tiene una idea, la de producir y comercializar unas pastillas para calmar la tos y suavizar la garganta a partir de una fórmula que había desarrollado él mismo: extracto de regaliz, mentol, eucalipto, fécula de maíz y otros aceites esenciales. La misma que ha continuado inmutable hasta hoy día.
Fue todo un éxito. Un año más tarde, en 1907 ya vendía más de 100.000 unidades. El precio de la caja de seis gramos era de 2,5 céntimos de peseta. Seis años después, la cifra de ventas se elevaba a las 236.000 cajas. El boticario Manuel Juanola se había revelado como un excelente comercial, con buenas ideas publicitarias y de marketing, una disciplina que ni siquiera había nacido en esos tiempos convulsos y creativos marcados por las grandes obras arquitectónicas de Gaudí, la implantación del séptimo arte en las ciudades españolas y las revueltas obreras como la Semana Trágica de la Ciudad Condal.
Tres eran las estrategias que empleó Juanola para dar a conocer su producto. Dos dependían de su imaginativa y le costaban su dinero y una se la hacían gratis sus clientes. Esta última no era ni más ni menos que el boca a boca. Aquellos que habían probado sus regalices se los recomendaban a sus amigos y conocidos. La producción artesanal de las pastillas, hechas a mano y cortadas en forma especial de rombo –cada uno de ellos diferente a los otros–, contribuyó en gran medida a su aceptación popular.
Por si esto no era suficiente, al farmacéutico también se le ocurrió insertar anuncios en la prensa y, sobre todo, ganarse a la clientela potencial. A la conocida y a la desconocida. Por un lado, daba a probar las Juanolas a todos aquellos que acudían a su botica en busca de un remedio. Y por otro, enviaba muestras en un sobre a todos aquellos que más las podían necesitar: cantantes, dependientes, locutores de radio, etc.
Y por si acaso aún no fuese suficiente, en 1908 decidió hacer uso de uno de los grandes acontecimientos populares de la época, el cinematógrafo. Mediante una serie de acuerdos consiguió que se proyectasen imágenes fijas de sus pastillas balsámicas y sus aplicaciones en unas salas que estaban siempre abarrotadas de público. Sus ideas funcionaron. En poco tiempo, otras farmacias de Barcelona y de otras ciudades comenzaron a pedirle que les enviase sus pastillas para venderlas.
A principios de la década de los treinta las Pastillas Juanola ya se distribuían por toda España. Y lanzaban su eslogan Pastillas Juanola: contra la tos, aclaran la voz y refrescan la boca, que, a partir de ese momento, se difundió a través de las ondas radiofónicas y en carteles en puntos de venta, cabinas telefónicas, etcétera.
Con la Guerra Civil, Juanola sufrió algún que otro percance, pero mantuvo su producción. Le tocó vivir un intento de cierre contra el que se movilizaron los trabajadores e incluso algunos clientes. Finalmente, solo bajó la persiana unos pocos meses. Un año después del fin de la contienda, la demanda hizo que se quedase pequeño el laboratorio inicial. Manuel Juanola Cervera, hijo del fundador, abrió los Laboratorios Juanola también ubicados en Gracia. Hoy la producción se realiza en el municipio barcelonés de Sant Quirze del Vallès.
Tantos años de historia dan para muchas anécdotas. La más entrañable quizá sea la de las innumerables cartas que los consumidores han enviado a la familia Juanola para mostrarles su agradecimiento, contarles cómo su producto forma parte de su vida o con otros fines. Algunas tan originales y descaradas como la misiva de unas monjas de clausura que pedían una rebaja en el precio. Querían que se premiara su fidelidad ya que las consumían muy asiduamente. O la del señor que les escribió una oda: “Al principio eres solo una estrella. Un carbón encendido brillando por despecho. Una ráfaga de caramelo que mira con tristeza. Y que dice responder al nombre de Juanola”.

La plástica cajita roja que tuvo otros colores y materiales

Pensar en Juanola es traer a la mente una plástica cajita roja. Y, sin embargo, el envase de estas pastillas no siempre fue de este material ni de este color. Aún ahora la carmesí no es su única tonalidad. Hay variantes, como el sabor hierbabuena, que se ofrecen en verde; las años sesenta, que se presentan en azul, o las intensas, en negro.
En sus inicios ni siquiera se vendían las pastillas en una caja. Se hacía a granel en un sobre de papel. Los clientes acudían, a menudo, con su propio recipiente o cuenco. De ahí nació la necesidad de hacer cajitas para envasar las pastillas. Al principio se fabricaron en metal e incluso en baquelita. En los años treinta, comenzó a utilizarse el aluminio gris. La carestía y la falta de materiales en la posguerra obligó a emplear el corcho y el papel prensado. Más tarde se volvió al metal.
No sería hasta los años sesenta cuando llegaría el plástico transparente. Los setenta vinieron cargados de psicodelia y de colorido: verdes fluorescentes, amarillos, rosas palo y fucsia, naranjas, lilas. Bases de un color y tapas de otro. Con los noventa se recuperaría el rojo y el metal. Y en el nuevo milenio volvería el plástico. Con tanto cambio no es de extrañar que haya quien coleccione cajitas de Juanola.